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BATALLA DE INGLATERRA - CAPÍTULO SEGUNDO




Habíamos dejado a los nazis con todo preparado para comenzar la Operación León Marino y a Göring deseando mostrar todo el potencial de su Luftwaffe ante su idolatrado líder. Lo que él no sabía es que algo tan importante como el factor sorpresa era papel mojado.

Que el siguiente objetivo era Gran Bretaña no lo dudaba nadie, quizás con Chamberlain habrían firmado un acuerdo propicio para sus ciudadanos pero deshonroso para el país, por fortuna estaba Churchill y no quedaba otra, guerra o guerra, y ellos lo sabían, pero eran conscientes de un aspecto importante, al principio sólo podrían oponer resistencia, basada ésta en una buena defensa y dar tiempo para poder tener disponible una maquinaria de guerra que pudiese hacer frente a la alamena, mientras dispondrían de algo muy valioso que compensaba con creces esa inferioridad numérica y que contribuyó a que la poca eficiencia de los bombardeos nazis hiciesen enfurecer al mismísimo Hitler, el RADAR, pero antes, retrocedamos a principios de la década de los años 30. 


Tras la primera guerra mundial, tanto Francia como Gran Bretaña habían iniciado un camino de desarme, muy al contrario de los alemanes quienes, contraviniendo el Tratado de Versalles, iniciaron una carrera de rearme considerable (por cierto, digámoslo ya y claramente, culpable este tratado de, por este orden, llegada al poder de los nazis y segunda guerra mundial). Pensaban que con una política de apaciguamiento podrían controlar el ardor guerrero alemán. Paralelamente a esta clarividencia de franceses y británicos, se estaba desarrollando un arma muy poderosa, el bombardero, baste recordar las palabras del Primer ministro británico Stanley Baldwyn"... creo que el hombre común debería darse cuenta de que no hay poder sobre la tierra que lo pueda proteger del bombardeo aéreo. Sea lo que sea lo que se diga, el bombardero siempre pasará...". Sólo había dos alternativas, o comenzaban a fabricar todas las naciones bombarderos con el fin de disuadirse con respecto al uso de los mismos o se optaba por un desarme general. Ni que decir tiene por que alternativa optó cada uno.

Como vemos, en política las aguas bajaban revueltas, pero demos una vuelta por el mundo científico.

Cuando la población siente como ciertas grandes amenazas, y tras la guerra éstas se incrementaron exponencialmente, aparecen teorías extravagantes, como las que circularon sobre la década de los 30 sobre los rayos de la muerte, en variadas versiones: aquellos que podían causar incapacidad física, mental o inclusive la muerte. De todo ello se hizo eco la cultura popular representando esos rayos en tiras cómicas o películas, mostrando rayos desintegradores, rayos caloríficos, rayos que aturdían, etc... popularidad basada sobre todo en la fuerte creencia en que estos dispositivos tenían más de verdad que de fantasía. Hubo (en todas partes cuecen habas) personas que decían haber construido y/o patentado diversos artilugios de estos, no obstante, a pesar del escepticismo (y de la necesidad de desarrollar la idea inicial) el Ministerio del Aire británico llegó a ofrecer 1000 libras esterlinas a quien inventase un dispositivo que superase las pruebas científicas, obvia decir que el premio quedó desierto.



El interés que por este rayo tenía el gobierno británico era cada vez mayor, sobre todo a partir de 1935, fecha en que tras unas maniobras militares para poner a prueba las defensas de Londres contra ataques aéreos se dieron cuenta de que no tenían defensa frente a estos. Si a eso añadimos que la opinión pública estaba más por el desarme y que Alemania se estaba rearmando, la situación se podía considerar especialmente delicada. Por suerte, dentro del Ministerio del Aire, se creó un grupo científico encargado de investigar para la mejora de las defensas aéreas de la capital británica. Y por supuesto no debemos obviar el papel jugado por Churchill, quien aprobó un plan general de expansión de la RAF para 5 años, dando el primer salto cualitativo en 1936 cuando, para mejorar la complejidad de su gestión, la reorganizó en 4 unidades: ¹de bombarderos, ²de cazas, ³de formación y ⁴costera.

El 6 de julio de 1936 nacía la Unidad de Cazas con el comandante en jefe Hugh Caswell Tremenheere Dowding al frente. Básicamente la defensa aérea de Gran Bretaña estaba al mando de un solo hombre, él, pues no sólo tenía control directo sobre los cazas sino que también lo tenía sobre la Unidad Antiaérea, la Unidad de Globos y el Cuerpo de Observadores, así como la responsabilidad del suministro, el control, la cobertura informativa y la red de avisos de incursiones. En ese momento, la llegada de Chamberlain, le supuso encontrar un aliado político, pues al igual que él prefería centrarse en la disuasión basada en la defensa a base de cazas que en la disuasión basada en la fabricación de bombarderos que "...matasen más mujeres y más niños más rápidamente que el enemigo..."

Calculó que serían necesarios 45 escuadrones para defender Gran Bretaña de una hipotética amenaza desde el mar del Norte. Quizás, en este punto concreto, podamos encontrar un punto de apoyo a la política de apaciguamiento de Chamberlain con los acuerdos de Munich del 38; necesitaba tiempo para impulsar la creación de la Unidad de Cazas y la fabricación de estos, y es que quizás, esa cuestionable actuación obedecía a una estrategia a medio plazo.

Pues bien, llegados a este punto tenemos que plantearnos el mismo problema que surgió en Gran Bretaña, todos los cazas del mundo sirven de bien poco si no son capaces de encontrar al enemigo.

En 1934, los ejercicios aéreos de la RAF habían puesto de manifiesto la ineficacia de la tecnología de localización de sonidos desarrollada para detectar aviones. Comenzaron con localizadores de bombarderos, construyendo un pequeño sistema acústico que daría la señal cuando recibiese los sonidos producidos por los aviones atacantes, lamentablemente la idea se desechó muy pronto al comprobar que no podían distinguir entre aviones atacantes y, por ejemplo, automóviles o animales. Optaron por la teoría y revisaron la bibliografía existente pero no había nada útil sobre lo que iniciar una investigación, sobre el ambiente se extendía la idea de que habría que construir más y más bombarderos para entrar en la política de la disuasión, y como dijimos, la opinión pública no estaba por la labor. Como no podía ser de otro modo, ahí estaba él, Churchill, entre el pequeño grupo de personas que se daban cuenta de lo peligroso que era el rearme de la Alemania nazi y de lo vulnerable que serían a sus ataques aéreos.

Como dijimos, se creó un grupo de estudio dentro del Ministerio del Aire, pero como en esa época era políticamente incorrecto algo así se llevó en el mayor de los secretos. H.E. Wimperis, jefe de Investigación Científica e Industrial del Ministerio llamó al Dr. Robert Watson Watt, físico y director del Laboratorio de Investigación de Radio, sentado frente a él le lanzó la pregunta ¿podemos desarrollar un rayo de la muerte?.

Ni corto ni perezoso ante el reto que supuso para él esa cuestión se fue a su laboratorio, transmitiéndole la pregunta planteada a su ayudante, el también físico Arnold Wilkins, y pidiéndole algo muy sencillo, calcule la cantidad de potencia de radiofrecuencia que es necesario radiar para elevar la temperatura de 4 litros de agua de 35,5º a 41º a una distancia de 5 km y a una altura de 1 km. La idea que tenía en mente el científico era la de los famosos rayos de la muerte, en este caso uno que hiciese hervir la sangre del piloto o, en su defecto, provocarle una fiebre que le dejara incapacitado.

El cálculo demostró la imposibilidad de generar es potencia, ante esta evidencia respondió: “... bien, un rayo de la muerte no es posible, ¿cómo podemos ayudarles?...” Wilkins le dio la solución, la respuesta estaba en unas observaciones que habían realizado los ingenieros de la Oficina de Correos, estos se dieron cuenta de perturbaciones en la recepción de muy altas frecuencias cuando algún avión volaba cerca de sus receptores. Este fenómeno podría ser útil para detectar aviones enemigos. Lo cierto es que esa interferencia a la que se referían ya se había detectado en diferentes lugares y épocas si bien no se les dio importancia y ni mucho menos se pensó en aplicación alguna. Quien lo planteó en su momento no recibió apoyo alguno por las oficinas gubernamentales.

Pero volvamos con Wilkins y Watt, el primero sugirió la posibilidad de utilizar el fenómeno de interferencia de ondas de radio para detectar la llegada de aviones enemigos. Sus cálculos iniciales se basaban en emitir una onda y detectar el eco que produjera el avión. Tras unos cálculos previos que confirmaron su teoría los revisó y al no encontrar ningún error se los pasó a Watt, quien no sólo verificó esos cálculos sino que le parecieron fantásticos. Una vez superada la parte teórica había que verificarlo en experimentos. Wilkins utilizó un aparato que emitía únicamente ondas de 49 m (y que consideró útil para la prueba). Con su rudimentario equipo pudo detectar y dar la trayectoria que había seguido el avión. El éxito fue considerable por lo que obtuvieron los primeros fondos de las partidas presupuestarias, fondos que durarían de 1935 a 1940.

Básicamente la idea del funcionamiento del RADAR sería....:

si se emite una onda hacia un objeto y se sabe a qué velocidad se propaga la onda, midiendo el tiempo que tarda en regresar la onda reflejada, el eco, se puede saber la distancia a la que se encuentra el objeto. La ventaja de utilizar ondas electromagnéticas es que como se propagan a gran velocidad (la de la luz) la detección de esos objetos, a efectos prácticos, es instantánea.

Tras numerosas modificaciones se consiguió un sistema de RADAR que funcionaba razonablemente bien y, sobre todo, ya no sólo detectaba la distancia (mediante el tiempo transcurrido entre la emisión de la señal y su recepción) a la que se encontraba el avión, facilitaba también su altura (mediante la conexión y la desconexión con distintas antenas receptoras), su posición (su dirección de vuelo mediante un dispositivo llamado goniómetro) y la fuerza del ataque (mediante la forma y el comportamiento del punto luminoso, es decir, la cantidad de interferencia en la señal de radio transmitida). De todas ella la más difícil de obtener era la altura, desgraciadamente la más importante, cuestión que viene agravada por el hecho de que los fallos en ese cálculo eran endémicos, a lo que había que añadir las cambiantes condiciones atmosféricas que impedían hacer los reajustes necesarios. Todo esto conducía a que, en cuanto la batalla aérea comenzaba en serio, los aviadores más experimentados añadían varios miles de pies a las indicaciones de los controladores, ¿consecuencias de ello?, caos y tensiones entre los comandantes. Sin olvidar un pequeño detalle ¿como distinguimos a los nuestros del enemigo?, sencillo, gracias a la IFF (Identificación de amigo o enemigo), que modificaba la señal de los cazas británicos en el radar y los localizaban gracias a un aparato de radio denominado pitido-chirrido.

Por suerte para Gran Bretaña, el esfuerzo de unos pocos permitió que en 1938, en plena crisis de Munich, el sistema estuviese completo en su mayor parte. Se instalaron las primeras 5 estaciones, que funcionaban las 24 horas del día, tras eso, numerosas torres con antenas se habían instalado en la costa frente al continente. Todo estaba preparado en Gran Bretaña a partir de agosto del 39 para lo que pudiese suceder, y sucedió.



Tenemos radares, tenemos cazas y tenemos al enemigo ¿cómo lo organizamos todo?.

La primera línea de detección era el RDF (Descubrimiento de Dirección por Radio), estaciones construidas con gran secreto y a las que se denominaban AMES (Estaciones Experimentales del Ministerio del Aire), pero éstas apuntaban lejos de las costas de Gran Bretaña. Una vez tierra adentro los aviones eran visualizados por el Cuerpo Real de Observadores, quienes eran a su vez la principal fuente de información de los servicios de inteligencia sobre vuelos a baja altura que pasaban por debajo de la red de radares. Su número ascendía a unos 30.000 que cubrían toda Gran Bretaña y que se organizaban en 31 grupos de 50 puestos cada uno. Cada puesto tenía conexión telefónica con su grupo, que a su vez estaba conectado con el Centro del Cuerpo de Observadores de Horsham y desde allí con el Cuartel General de la Unidad de Cazas de Bentley Priory, éste era el procesador central de toda la información procedente del sistema de avisos de ataques aéreos.

Dowding creó tres grupos, cada uno con responsabilidad en el espacio aéreo de una zona concreta, si bien el 8 de julio de 1940 se creó un cuarto (el 10) para cubrir el sudoeste, debido a la nueva amenaza en la costa sur:

Sudoeste - Grupo 10
Sudeste - cubierto por el Grupo 11
Midlands - Grupo 12
Norte y Escocia - Grupo 13

Los Grupos se dividían en Sectores, a los que se asignaban letras, si bien eran más conocidos por el nombre de su estación del sector (el aeródromo que los controlaba). Como ejemplo el Grupo 11, cuyo cuartel general estaba en Uxbridge y constaba de 7 sectores: A, B, C, D, E, F y Z, controlados, respectivamente, desde Tangmere, Kenley, Biggin Hill, Hornchurch, North Weald, Debden y Northolt.

Gracias a estos radares se detectaban a los escuadrones alemanes situados en Bélgica y Francia que eran recibidos por los cazas británicos, bien en el Canal de la Mancha bien sobre los cielos británicos. El procedimiento era sencillo, como hemos visto antes, era en Bentley Priory donde toda la información de los ataques aéreos se recogía, evaluaba y comparaba con vuelos amigos conocidos. Una oficina de filtrado daba a cada incursión un número y a continuación transfería la trayectoria a la sala de operaciones y al mismo tiempo a los controladores de grupo, que la pasaban a las estaciones del Sector. En resumen, los datos iban de la periferia al centro y tras el proceso de la misma la convertía en información que distribuía por la organización.
La Unidad de Cazas no tomaba ninguna decisión táctica, el mando operativo dependía de los grupos, quienes decidían cuándo la dirección del ataque estaba clara y cuándo atacar. Pasaba las órdenes a los sectores especificando qué aparatos había que mandar y qué incursiones había que interceptar. resumiendo:

Grupo - tomaba las decisiones tácticas: determinaba los objetivos y determinaba cuándo atacar y qué fuerzas utilizar.

Sector - tenía la responsabilidad táctica de desplegar estas fuerzas guiándolas hacia el enemigo y porporcionarlas una ventaja táctica

Gracias a este sistema se pudo compensar la escasez de aviones frente a los alemanes, quienes pensaban que podrían bombardearlos en sus bases sin oposición alguna, pero cuando llegaban, si llegaban, no había nada. Lo más curioso es que a pesar de haber pasado decenas de veces delante de esas torres no supieron detectar su función y no les dieron ninguna importancia. Por no hablar de otro gran fallo en la estrategia nazi, centraron su objetivo en el bombardeo de Londres y otras ciudades británicas por lo que le dieron un importante respiro al abastecimiento y reconstrucción de las bases aéreas.

El sistema Dowding tuvo un impacto inmediato en la moral de los pilotos alemanes, pues a muchos de ellos les asaltaron serias dudas sobre su capacidad para aplastar a ese adversario en apariencia tan débil de Dunkerque, cuando se enfrentaron por primera vez a los Spitfire. Esas dudas no dejaron de incrementarse cuando, oleada tras oleada esos malditos Spitfire aparecían siempre en el momento y lugar adecuados.

Al respecto podríamos recordar las palabras de Adolf Galland, uno de los mejores pilotos de la Luftwaffe, años después de finalizada la guerra:

"... desde el principio, los británicos tuvieron una ventaja extraordinaria que en toda la guerra jamás sería contrarrestada: el radar y la organización y la red de control de sus cazas. Para nosotros fue una amarga sorpresa. No teníamos nada igual. No podíamos hacer otra cosa que chocar frontalmente contra la defensa resuelta y espléndidamente organizada de las Islas Británicas...".

El RADAR fue inventado por varios países en diferentes épocas, pero sólo en una ocasión hizo efectiva la diferencia entre la victoria y la derrota.


Comentarios

  1. MAGNÍFICO, extraordinaria explicación de algo básico del que casi nadie sabemos nada.

    Es una lección de tecnología la que das hoy, Isra. Aunque ahora sea obsoleto el sistema aquel, imagino que habrá sido perfeccionado hasta el punto de que cuando tú vas a MadriZ los gringos del Pentágono ya lo saben e incluso el color de calcetines que llevas.

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  2. Seguramente tengas razón, y es que para lo bueno y para lo malo los principales avances tecnológicos tiene su origen en la tecnología militar, o debido a la guerra, que agudiza el ingenio, como con la Fanta...

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  3. Impresionante reportaje y estupenda lección de historia. Demuestra, una vez más, que los británicos son mucho más listos que los tudescos.

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  4. Bueno Don Isra como artillero antiaéreo SAM te puedo decir que naturalmente perfeccionado nuestros sistemas de ahora son tataranietos de aquel. Incluso los cazas de hoy día están dotados de este sistema, los aviones comerciales tienen una alarma anti-colisión que les avisa entre ellos e incluso corrige el rumbo de ambos aviones para que no choquen en vuelo. La frase "Nunca tantos le debieron tanto a tan pocos", no tenia muy en cuenta a todos los que trabajaron para la invención y desarrollo radar, tampoco a los operativos de las estaciones, un trabajo tedioso, pesado y angustioso en aquellos aparatos tan poco precisos, con perdida de señal y a veces poco operativos con condiciones climáticas adversas.
    Muy buen post.
    Saluditos.

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  5. Pues yo conozco a uno que está puestísimo en el tema,saludazo

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  6. Si uno rasca un poquito podríamos concluir que el reich de los mil años era un gigante con los pies de barro, mucha Gestapo, mucha Abwher, pero se las metían dobladas Bwana.

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  7. Ten en cuenta Zorrete que si metemos a todos esos esa grandilocuente frase pierde todo su sentido, pero como comentas sí es cierto que para que unos pocos se lleven los laureles hacen falta muchos otros haciendo ese trabajo ingrato y tedioso.

    Agradezco las felicitaciones, máxime viniendo de alguien que documenta tan bien sus post.

    Un saludo.

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  8. Pues nada Maribel, te lo traes una mañana a la cafeta del parador y contamos batallitas de abuelo cebolleta, jajajajaja

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