Hoy, día del señor 6 de junio de 2011, puedo asegurar que hemos vivido mi hija y yo unas de las experiencias más terroríficas a las que puede enfrentarse un hombre y su progenie... LA AMENAZA DE LOS PÁJAROS.
Y no repetiré aquella historia acontecida en los jardines de Guadalajara, en la que mutantes palomas de 385 kg sobrevolaban amenazantes los cielos alcarreños y soltaban truños cuyo tamaño asombraría a la misma NASA, no, la historia de hoy comenzaba a las 8:40 horas, momento en que mi hija y yo accedíamos al garaje para comenzar otro divertido día de cole y otro entretenido día de trabajo.
Antes, para situar un poco la historia, debería contar un incidente previo ocurrido en la mañana de ayer.
[Como todos los años, vienen y anidan en el garaje unos pájaros en apariencia dóciles, casi diría que simpáticos y agradables... pero es pura máscara. El hecho es que ayer, el inútil de uno de los polluelos, se dio un hostiazo y yacía medio grogi frente a la puerta de acceso al ascensor, en ese momento, y como en muchas otras ocasiones, mi mujer y yo mantuvimos una conversación sólo con la mirada, y, evaluada la situación (pájaro padre y pájara madre algo nerviosos y realizando vuelos rasantes que tomaban altura y terminaban en un vuelo en picado amenazante hacia nuestras personas) optamos por salir por la puerta que da directamente a la calle desde el garaje y evitar confrontaciones innecesarias con dichos pájaros (que en ese momento adquirieron dimensiones preocupantes)].
Y volvemos al día de hoy.
Esos putos pájaros, esta mañana, al abrir la puerta de acceso al garaje, estaban extraña y peligrosamente nerviosos, vigilantes y con un careto amenazante, tras dejar la puerta a nuestras espaldas y emprender la (en ese momento lo parecía) larguísima caminata hacia el coche, empezaron con sus vuelos acojonantes, hasta el punto de poner un poco nerviosa a mi princesa. Justo en ese momento cogí su mano para tranquilizarla y salir corriendo hasta el coche, esquivando los revoloteos de esos hijoputas.
Pero lo que nos esperaba al llegar al coche era un espectáculo dantesco, uno de los polluelos estaba estampado contra la ventana de la puerta del conductor, como si se hubiese reventado al estrellarse a toda velocidad, colgándole del culo una masa gelatinosa que resbalaba por toda la puerta. Si a esa desagradable visión, sumamos el tétrico juego de sombras que se dibujaban en la penumbra del garaje, la visión se tornó terrorífica y tremendamente angustiosa. Abrí la puerta a mi hija, la cerré a toda velocidad y justo, cuando cual Stuka nazi se abalanzaba sobre mí uno de los progenitores del puto polluelo (desconozco si era el progenitor A o B) me introduje por la puerta del copiloto.
Metí la llave, arranqué el coche lo más rápido que pude y salí a toda velocidad... eso sí, gracias a Dios, busqué y encontré el ángulo preciso para no ver ese pegote de carne y vísceras de la puerta por el retrovisor.
En el momento de iniciar la escapada hizo acto de aparición mi vecina de abajo, y aunque me cae bastante bien pensé, magnífico, mientras la evisceran y devoran aprovecharemos para escapar.
A pesar de lo precipitado de la situación me quedé con el coche parado en lo alto de la rampa para esperar a que se cerrase la puerta del garaje, y por qué no decirlo, por curiosidad, nunca ve uno eviscerar a una vecina unos putos pajarillos, pero... justo en ese momento, ¡lo vi todo claro!, cristalino, todo había sido fruto de la precipitación, el miedo y el exceso de imaginación.
El puto pajarillo simplemente estaba dormido, agarrado entre el hueco que queda entre la carrocería y la ventanilla del coche, y las vísceras excretadas vía rectal por el (supuesto) impacto contra el cristal no era mas que una desagradable cagada que le colgaba del culo al hijoputa. En ese momento un pensamiento, ¡que se joda! y me lo llevo al colegio de mi hija pegado en la ventanilla y acojonado cuanto le pegue zapatilla al coche... pero no, me pudo el buen corazón y simplamente abrí la puerta, la cerré de un portazo, el cabrón despertó y salió volando, quien sabe dónde, como pollo sin cabeza.
Cuando llegue esta tarde pasaré a preguntar por mi vecina... los pájaros estaban gilipollas y no descarto alguna decapitación mañanera.
Y poco más, que llega el puto calor y a pesar de todo NUNCA aparco debajo de un árbol buscando la sombra, prefiero cocerme cuando entro, abrir las ventanillas y poner el aire a todo trapo hasta que alcanza una temperatura cercana a bajo cero.
Si añadimos a la lista: calor, chonis, chanclas y cagadas de pájaro... PUTO VERANO.
Y no repetiré aquella historia acontecida en los jardines de Guadalajara, en la que mutantes palomas de 385 kg sobrevolaban amenazantes los cielos alcarreños y soltaban truños cuyo tamaño asombraría a la misma NASA, no, la historia de hoy comenzaba a las 8:40 horas, momento en que mi hija y yo accedíamos al garaje para comenzar otro divertido día de cole y otro entretenido día de trabajo.
Antes, para situar un poco la historia, debería contar un incidente previo ocurrido en la mañana de ayer.
[Como todos los años, vienen y anidan en el garaje unos pájaros en apariencia dóciles, casi diría que simpáticos y agradables... pero es pura máscara. El hecho es que ayer, el inútil de uno de los polluelos, se dio un hostiazo y yacía medio grogi frente a la puerta de acceso al ascensor, en ese momento, y como en muchas otras ocasiones, mi mujer y yo mantuvimos una conversación sólo con la mirada, y, evaluada la situación (pájaro padre y pájara madre algo nerviosos y realizando vuelos rasantes que tomaban altura y terminaban en un vuelo en picado amenazante hacia nuestras personas) optamos por salir por la puerta que da directamente a la calle desde el garaje y evitar confrontaciones innecesarias con dichos pájaros (que en ese momento adquirieron dimensiones preocupantes)].
Y volvemos al día de hoy.
Esos putos pájaros, esta mañana, al abrir la puerta de acceso al garaje, estaban extraña y peligrosamente nerviosos, vigilantes y con un careto amenazante, tras dejar la puerta a nuestras espaldas y emprender la (en ese momento lo parecía) larguísima caminata hacia el coche, empezaron con sus vuelos acojonantes, hasta el punto de poner un poco nerviosa a mi princesa. Justo en ese momento cogí su mano para tranquilizarla y salir corriendo hasta el coche, esquivando los revoloteos de esos hijoputas.
Pero lo que nos esperaba al llegar al coche era un espectáculo dantesco, uno de los polluelos estaba estampado contra la ventana de la puerta del conductor, como si se hubiese reventado al estrellarse a toda velocidad, colgándole del culo una masa gelatinosa que resbalaba por toda la puerta. Si a esa desagradable visión, sumamos el tétrico juego de sombras que se dibujaban en la penumbra del garaje, la visión se tornó terrorífica y tremendamente angustiosa. Abrí la puerta a mi hija, la cerré a toda velocidad y justo, cuando cual Stuka nazi se abalanzaba sobre mí uno de los progenitores del puto polluelo (desconozco si era el progenitor A o B) me introduje por la puerta del copiloto.
Metí la llave, arranqué el coche lo más rápido que pude y salí a toda velocidad... eso sí, gracias a Dios, busqué y encontré el ángulo preciso para no ver ese pegote de carne y vísceras de la puerta por el retrovisor.
En el momento de iniciar la escapada hizo acto de aparición mi vecina de abajo, y aunque me cae bastante bien pensé, magnífico, mientras la evisceran y devoran aprovecharemos para escapar.
A pesar de lo precipitado de la situación me quedé con el coche parado en lo alto de la rampa para esperar a que se cerrase la puerta del garaje, y por qué no decirlo, por curiosidad, nunca ve uno eviscerar a una vecina unos putos pajarillos, pero... justo en ese momento, ¡lo vi todo claro!, cristalino, todo había sido fruto de la precipitación, el miedo y el exceso de imaginación.
El puto pajarillo simplemente estaba dormido, agarrado entre el hueco que queda entre la carrocería y la ventanilla del coche, y las vísceras excretadas vía rectal por el (supuesto) impacto contra el cristal no era mas que una desagradable cagada que le colgaba del culo al hijoputa. En ese momento un pensamiento, ¡que se joda! y me lo llevo al colegio de mi hija pegado en la ventanilla y acojonado cuanto le pegue zapatilla al coche... pero no, me pudo el buen corazón y simplamente abrí la puerta, la cerré de un portazo, el cabrón despertó y salió volando, quien sabe dónde, como pollo sin cabeza.
Cuando llegue esta tarde pasaré a preguntar por mi vecina... los pájaros estaban gilipollas y no descarto alguna decapitación mañanera.
Y poco más, que llega el puto calor y a pesar de todo NUNCA aparco debajo de un árbol buscando la sombra, prefiero cocerme cuando entro, abrir las ventanillas y poner el aire a todo trapo hasta que alcanza una temperatura cercana a bajo cero.
Si añadimos a la lista: calor, chonis, chanclas y cagadas de pájaro... PUTO VERANO.
Jajajajaja..., ¡BRAVO! no sabes cómo te comprendo (para que veas que en estas cosas siempre estamos de acuerdo).
ResponderEliminarEl texto lo podría haber escrito yo, no hay más pájaros en el mundo que en mi barrio, veo que también en el tuyo. Cuando salgo de mi casa se me pierde el culo literalmente para huir de una más que posible cagada pajaril.
Ay, las golondrinas, volverán y volverán las jodías y oscuras golondrinas todas las primaveras.
La primera vez que me dispuse a limpiar las ventanas de mi casa creí que me comían. Entre las dos ventanas que dan luz al salón de mi casa había un par de nidos y heme aquí con mis bayetas y mi bote de Cristasol subida en una escalera, cuando de repente una avalancha de golondrinas desafiantes, creyendo que haría daño a sus polluelos, se abalanzaron sobre mí como aviones en pleno vuelo bélico. Cerré precipitadamente las hojas de las ventanas y tras el cristal seguían chillando con los picos abiertos y los ojos inyectados de ira. Que le vayan dando a los cristales, pensé.
Ya en invierno pude quitar los nidos de mi fachada sin recibir denuncia alguna, pues es una especie protegida, y no veas lo duros que están, eso es construcción con materiales de calidad.
Y ahí no queda la cosa, al calor que se cierne sobre nosotros, hay que añadir el olor a pajarraco y gallinácea, toda la acera alfombrada de mierdas cuyas volutas de hedor se evaporan castigando mi pobre pituitaria.
Pero no tienen bastante con ocupar sus nidos sobre las paredes de mi casa, un día se coló un polluelo por la puerta abierta de la terraza del salón y se quedó en mi sofá. ¡Con el miedo que me dan todos los animalitos! ¡Y sola en mi casa! Cerré la puerta del salón y llamé a una vecina que muy amablemente lo tomó entre sus manos y lo echó a volar. ¡Menos mal que hay gente "pa to"!
Un beso, resalao.
Lo de los pájaros hace que la peli de Hitchcock la considere profética Elena.
ResponderEliminarUn día me dejó mi hermana a mi sobrino para cuidarle, y no se le ocurre otra cosa a un puto pájaro que colarse en el salón, al verse entre las cuatro paredes empezó a volar enloquecido y en uno de sus mucho intentos de huida se estrelló contra el cristal de la ventana (eso pasa por tenerlos tan limpios) y se partió el cuello.
El espectáculo.... HORRIBLE, chillando, arrastrándose espasmódicamente, el gato intentándoselo comer... mi sobrino descojonándose, y yo, que lo cojo con un periódico con un ascazo enorme y lo lancé por la ventana hasta el jardín de mi vecina..
Dios, que mal rollo, y las cagadas... algún día contaré la aventura de la cigüeña en lo alto de la grúa una cena de cumpleaños.
JAJAJAJAJAJA ME DESCOJONO VIVO! el resumen del final define muy bien la situación de los madrides y alrededores en esta época...a lo cual hay que sumar el bochorno de que por la mañana lluevas a cantaros y al mediodía haga un calor de tres pares de narices y en la oficina nos tengan sin aire acondicionado y con las ventanas cerradas...uséase cocidos en nuestro propia salsa...
ResponderEliminar...esta época es muy dada a ver pajarracos estampados contra el suelo cual lonchas de jamón york llenas de hormigas y avispas...
Y encima te la cargas con los ecologilis y hasta con el Seprona si para defenderte repeles al pajarraco, para que luego digan de la "igualdad animal"...hijo mio,cada día te superas en el oficio de la tecla, lo siento por ti y la princesa, pero me he reído mogollón.
ResponderEliminarDe esos putos pajarracos reventados y devorados por insectos he visto ya varios Carolvs, que se jodan.
ResponderEliminarEntiendo perfectamente eso de cocerse en el propio caldo, menos mal que tenemos el aire acondicionado nuevecito, aunque tal y como va el tiempo lo mismo ni lo estrenamos, pero no caerá esa breva.
Y si a las calles le sumas las cagadas de pajarracos, las de perros y la de algún rumano borracho que se sube encima de los coches a evacuar (prefiero pensar esto, si no, la dimensión de algunas mierdas me hace pensar en aves que fácilmente podrían devorarnos sin masticarnos) no se puede ni pasear con la caló
Y yo Maribel, mientras pensaba en lo que iba a poner ya me reía yo solo... sobre todo cuando pensaba en la posible ingesta e la vecina.
ResponderEliminarSeguro que si voy a 120 por la avenida de la plaza de toros me paran por llevar un polluelo, no por la velocidad.
Los gorrioncillos de mi Galicia, como no son de gran capital, son pacíficos.
ResponderEliminarPavorosa experiencia, proclamo.
ResponderEliminar¿No se tratará de sicarios del Rugal?
Esa suerte que tenéis Mamuma
ResponderEliminarTratándose de nuestro amigo Alfred no descarto nada Bwana.
ResponderEliminarA ver si me he enterao ,resumiendo...que cada vez que tienes un "problema" con los pajaros le pasas el marron a la vecina..jajaja
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