Y es que no me se entra en la cabeza, por eso, señor Montoro, ¡me lo explique!. Soy una persona muy maniática y especialita a la hora de hacer la compra, que si los frescos en un supermercado, que si la frutería y charcutería en otro, que si la leche me gusta de allí pero la carne de allá, en fin, un follón, y si hay algo que decide el dónde comprar no es la pasta, es que me guste. El hecho de que no me dedique a comparar precios y buscar dónde está eso que me gusta más barato ha hecho (bueno, hizo) que no prestase mucha atención hasta que curiosamente me di cuenta de cómo nos vacilan, engañan y estafan a los consumidores estos centros de habituallamiento. Hace algunos años despertome la curiosidad un acontecimiento, acontecimiento al que llamé el extraño caso del croisant de oro , me explico. Solía solazarme las tardes de otoño (y de verano, y de invierno y de primavera) con un cafelito y unos croisantitos del Ahorramas, bien, por aquella época la bolsa contenía cuatro unidades ...